Uno de los mayores retos a los que se enfrentan las sociedades actuales se refiere a la incorporación en condiciones de igualdad de los descendientes de inmigrantes. Tal circunstancia adquiere singular relevancia si pretendemos evitar, ya desde los inicios de la escolarización, la aparición de perfiles de aculturación segregados y/o marginalizados que suelen desembocar en conflictos de convivencia como los vividos en países de nuestro entorno.

A este respecto, la Teoría de la Aculturación postula que estos jóvenes construyen diferentes perfiles en función del mantenimiento de su lengua, cultura e identidad y de la incorporación de las que son propias del grupo(s) mayoritario(s). Unos perfiles que tienden a producir ajustes psicosociales y, también, educativos, más o menos satisfactorios.

Sin duda ninguna, el papel de la sociedad en general y del sistema educativo en particular resulta crucial tanto en la conformación de los mencionados perfiles, como en las implicaciones que se derivan sobre un rendimiento escolar que vendrá mediado por el éxito lingüístico y la inclusión lingüística y socioeducativa.